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DE ABRIL



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ENTREVISTA A NATALIA MARCET, ACTRIZ DOLORENSE - Por Sebastián Cretón

Ligada al mundo de las artes desde siempre, ha actuado y presentado obras en distintos países del mundo. Su espectáculo “Gordas”, luego de presentarse al mundo en un encuentro internacional estarápróximamente en el Teatro Unione de Dolores


¿Cómo te vinculás al teatro?

A los 3 años bailaba en la comparsa de acá, hay una foto que me denuncia bailando en el corso infantil como rumbera. Hice danzas clásicas también, y leí en todos los actos de fin de curso de la escuela (risas). Creo que tenía 16 años, había un concurso estudiantil y nos propusieron hacer “El secreto bien guardado” o “El retablo jovial” de Alejandro Casona y me postulé –en esa época no había cosa en la que no me postulara, desde ser astronauta a actriz -. Recuerdo que de hacer esa puesta, en esa especie de competencia, vino Carlos Zuleta y les dijo a mis viejos “esa chica tiene que hacer teatro”. De ahí en adelante mi vida tuvo idas y venidas, con picos y caídas, pero el teatro siempre fue la “ventanita” que me afirmó en la vida, una herramienta, el espacio donde me afirmo, me identifico, y desde el cuál yo camino.

¿Cómo funcionó el teatro en un momento de crisis?

Fue justamente la excusa para encontrar razones para seguir viviendo. Yo soy recuperada de bulimia, una enfermedad que casi me mató. Estuve realmente muy grave. Tengo el recuerdo de mi terapeuta preguntándome: “Natalia, dame una razón para hacerme creer que vos querés vivir”. Y yo le respondí que no había hecho en teatro aún lo que podría haber hecho. Fue una respuesta orgánica, automática, sin elaboración. Durante mis años de tratamiento no me estaba permitido hacer absolutamente nada, ni estudiar, ni trabajar, ni tener novio, ni tomar café con un chico, absolutamente nada; siempre tenía esa esperanza de hacer algo en teatro que además articulase mi experiencia vital y poder ayudar a mucha gente. Tuve un tratamiento de tres años, con internación diaria, y recuerdo escuchar testimonios de gente internada repitiendo que se podía, se podía; y yo dentro de mí revelándome, pensando “que me vas a decir que se puede si no se que voy a hacer con mi próximo segundo”. Cuando estás en el infierno y te vienen a decir que se puede, no te gusta mucho. Entonces, siempre pensé que el teatro iba a ser una herramienta posible de transformar una experiencia personal en algo universal, como el lenguaje teatral, que pudiera ayudar desde otro lugar a la gente. De hecho, eso es para mí el teatro.

¿Escribías algo mientras tanto?

Si. “Gordas” es un espectáculo auto referencial, gráfico, basado en mis diarios íntimos. Desde que tengo uso de razón escribo un diario íntimo.

Y uno a un diario íntimo no le miente

Incluso ahora leo cosas y digo “mmm… a esto lo escribió otra Natalia. ¿Quién era la que escribió ahí?”; alguno de mis “yoes”. Es que en esa época sostenía un diario muy intenso, donde iba poniendo todas las cosas del orden de lo vivencial y lo emocional que me iban sucediendo, sin elaboración previa. Uno a veces escribe y se ocupa de cómo debe escribir y de que quede más bonito, más del ámbito artístico. Pero en esa época era muy emocional, del orden de lo pulsional. Son los diarios íntimos que mi directora tomó para estructurar y dramaturgizar un montaje que tenía un hilo rojo muy claro, que es algo así como el patrón de la enfermedad, que es la estructura del espectáculo: causas, primer síntoma, profundización del síntoma e infierno. Punto. Sobre eso se apoya un montaje de textos que provienen de un código narrativo que es el diario íntimo, más acciones físicas y vocales que fueron creadas desde disparadores que no tienen absolutamente nada que ver con la patología. Entonces, el lenguaje escénico es un lenguaje “gordito”, porque cada uno de los lenguajes (uno es el verbal, textual, otro el corporal, otro es el vocal y otro el de la imagen), que es distinto del otro, cuenta cosas distintas apoyado sobre este patrón, que es la estructura dramática de la obra. Y al ser tan “gorditos” se oponen entre sí, pelean y producen un lenguaje metafórico, que es lo que nosotras perseguimos: no ir a la literalidad sino a la metáfora que, en todo caso, despierte la literalidad en el espectador.

¿Cuándo vamos a poder ver este espectáculo en Dolores?

Estamos hablando con el Coordinados de Cultura y Juventud, “Lucho” Franco. Es muy probable que estemos aquí en la semana de la juventud, para que los chicos de nivel polimodal, o al menos una parte, lo pueda ver. Es un espectáculo que fue una experiencia muy fuerte. Vengo del Festival de Mujeres en Escena, “Transit, voces en la periferia”, un festival que desarrolla el Magdalena’s Project, una red internacional de mujeres artistas en el arte contemporáneo que se originó en 1.986. Tiene que ver con el empoderamiento de la mujer dentro del campo artístico, del cual nosotros en Latinoamérica tenemos una extensión, “Magdalena, segunda generación”, y yo soy una de las coordinadoras. Este Transit sucede en el Odin Theatre, que es el Centro de Antropología Teatral más importante del mundo, y congrega mujeres de todas partes del mundo, con una temática específica, y espectáculos, performances, seminarios, conferencias que versan sobre ese tema específico. En este caso era “Voces en la periferia”, periferia que puede ser tomada desde diferentes lugares: periferias locales, étnicas, económicas, sociales. Hubo espectáculos de todo el mundo, y en ese ámbito estuvo “Gordas”. Fue muy fuerte para mí porque es un lugar donde el idioma, mi lengua, no era la lengua común. Hice el espectáculo en castellano, sin embargo, la dramaturgia visual fue tan fuerte que no era necesario que se entendiera el texto.

Es también el poder de la metáfora

Creo que la metáfora, por más que uno no entienda absolutamente nada, en algo te produjo una especie de in site del cual ya no podés zafar; y el conocimiento que opera en ese momento es de un orden mucho más integral que el literal. Vengo muy contenta de esta experiencia. Me invitaron a otro festival en Bogotá, Colombia y a otro en Brasil el año próximo.

¿Cómo te sentiste cómo actriz en el extranjero?

Era mi cuarta vez en el exterior. Generalmente asistía en términos de participante en formación, y esta fue la primera vez donde fui a mostrar mi espectáculo. Pensé primero que había cambiado la mirada del entorno hacia mí. Pero en realidad la que cambió la mirada sobre sí misma fui yo. Fue un momento de afirmación muy grande y un momento de felicidad muy grande. Creo que el teatro es un espacio de libertad absoluta, el espacio donde una puede estar al cien por cien. Esa horita que dura la performance, vos estás al cien por cien de todas tus capacidades. Y si hay una definición del placer, para mí, es esa.

¿Que te gustaría que tomen los espectadores de tu obra?

Si una persona, de todas las que ven el espectáculo, piensa “¡epa! Esto que está pasando… yo hice algo así, ¿qué será? ¿me está pasando a mi?”; y lo hace reflexionar sobre su comportamiento, su forma de vida, yo con eso estoy hecha. Si le ayuda a preguntarse sobre si mismo, yo estoy contenta.



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