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ENTREVISTA AL ESCRITOR Y DOCENTE JUAN CARLOS SANCHEZ SOTTOSANTO – (Primera parte)

En exclusiva para eldolorense habla de su experiencia como Testigo de Jehová, el desengaño y el cambio gradual que lo ubica donde ahora está, el Papa Benedicto XVI y las religiones de Oriente. Por Sebastián Cretón.-


Por Sebastián Cretón. Para eldolorense.com.-


Radicado desde hace un par de años en Buenos Aires, Juan Carlos sigue siendo para muchos de los amantes de los libros y la cultura, nuestra biblioteca de consulta permanente, y nuestro guía a la hora de elegir o enfrentarnos a las grandes obras universales de la literatura y el pensamiento. En exclusiva
para eldolorense, la primera parte de la entrevista donde nos habla de su experiencia como Testigo de Jehová, el desengaño y el cambio gradual que lo ubica donde ahora está, el Papa Benedicto XVI y las religiones de Oriente.

Juan Carlos Sánchez Sottosanto es Escritor y docente. Bibliotecario Profesional. Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes. Doctorando en Teología, por ISEDET


Ha publicado: Francisco (novela), Buenos Aires: Gárgola, 2007. Poesía de amparo y desamparo, en revista Cayey, Universidad de Puerto Rico recinto Cayey. Fragmentos Presocráticos, en revista Cuadernos Internacionales de Humanidades y Filosofía, Universidad de Puerto Rico recinto Humacao. Medición de la Pampa, en revista Malinche, Casa de las Américas de Andalucía. Miembro del staff de la desaparecida revista literaria Oliverio. Traductor de Baudelaire para editorial Gárgola.
Blog: http://sanchezsottosanto.over-blog/es
Dolorense, reside en Buenos Aires desde el 2008.
Militante por las minorías LGTTBI desde la fundación Other Sheeps.

¿Cómo te definirías para alguien que nunca te ha leído?

Creo que lo peor que puede hacer un autor es tratar de dar una definición de sí mismo como anticipación de su obra. Una vez que la obra está plasmada y disponible, sea bajo el formato convencional del libro o de la revista, o posteada en un blog, bueno, ya deja de pertenecerle y cualquier apropiación y lectura del lector son legítimas. Así que son los lectores los que deben definir lo que leen, y si no me han leído, pueden empezar a hacerlo, o decidir no hacerlo, lo cual no deja de ser una sabia decisión. Ricoeur decía que para que una obra pudiera ser analizada, lo mejor era prescindir del autor, y mucho mejor, que el autor ya estuviera muerto. Bueno, por ahora estoy vivo, pero me niego a definirme.

Tú obra, tanto poética como en prosa, está influida por la religión, ¿es una necesidad o un recurso?

Ambas cosas; posiblemente primero fue una necesidad, y después, eliminada un poco bastante esa necesidad, deviene en recurso. Hago una salvedad a la pregunta. Creo que en mi poética hay muchas más presencias que la religiosa o si se quiere, la teológica. Hay una gravitación, una recurrencia, hasta monótona quizás, a ciertos tópicos que me son muy caros, como las figuras del pasado clásico griego, ciertos intereses de la filosofía, le presencia del paisaje pampeano puesto en comunión con el cosmos y barroquizado un tanto; hay metáforas, recursos estilísticos, hasta palabras, que se niegan a dejar de acompañarme y que posiblemente lo seguirán haciendo, como esculturas de barro que se rehacen o preguntas que se replantean y se les vuelve a dar una respuesta absolutamente provisoria. Ahora bien, si la presencia de lo mítico - religioso llama la atención a primera vista, tal vez se trate de una suerte de secularización (positiva por cierto) de la literatura en general, y un olvido, que ahí no sé si es positivo o no, de los elementos judeocristianos que impregnaron a la cultura de occidente. Digo que no sé si es positivo porque si bien pueden ser atacados o dados por superados, siguen formando parte de la historia y las raíces, y un lector a veces puede quedarse un poco en ayunas ante grandes escritores del canon occidental, aún los ateos, si no tiene una mínima formación tanto en los elementos de la cultura clásica grecorromana como en los de la tradición judeocristiana. En mi caso, hay una presencia de ambos. Mi novela Francisco, por ejemplo, está muy ligeramente basada en la historia de un heterodoxo argentino, Francisco Ramos Mexía, un teólogo independiente, si se quiere. Pero la sorpresa ha venido al contacto con sus heterogéneos lectores: la han disfrutado personas que en nada les interesa lo religioso y personas imbuidas de lo religioso la han abandonado en las primeras páginas.


Volviendo a la pregunta: Borges decía que los griegos escribían partiendo de la razón y el logos, y que la Biblia se construye a partir de las grandes (e irracionales) metáforas. Basta para comprobarlo enfrentar un libro de Aristóteles con el Libro de Job. Un poeta puede sacar un buen arsenal de recursos en la tradición religiosa, esté o no de acuerdo con ella.

Fuiste Testigo de Jehová durante muchos años. ¿Cómo fue esta etapa espiritualmente

Si tengo que recordar los hechos puntuales de aquella etapa, "preferiría no hacerlo", como decía Bartleby el escribiente; o citar a Machado: "algunos casos que recordar no quiero". A mi persona actual, aquellos años le dejaron la dura tarea de rehacer una vida, de proyectar nuevas cosas, incluidos nuevos paradigmas. Sería, entonces, hablar de lo que no me dejó aquella etapa, lo positivo fue lo que tuve que construir, sobre las ruinas, después. Hago una salvedad: estuve con los TJ de motu propio, nadie me obligó. Obré, como dice el dicho, con el fanatismo de los conversos, de lo cual sí me arrepiento. Busqué en ellos la respuesta a tantas carencias humanas; su doctrina, si así puede ser llamada, parece dar en un primer momento un rompecabezas perfectamente armado, donde todo obtiene una razón, una explicación, una aparente coherencia. A primera vista, la comunidad da una acogida cálida a los seres que se le aproximan, y eso resulta gratificante. Lo malo viene después, al menos si uno logra mantener un mínimo de racionalidad en medio de toda la alienación que va descubriendo. Se trata de un fundamentalismo, y de los peores. Se trata de un entramado de dogmas de los más absurdos y al mismo tiempo volubles que imaginarse pueda. Se trata de una comunidad altamente jerárquica, piramidal, esclavista de sus fieles, que los mantiene en un permanente complejo de culpa para que puedan alcanzar lo que siempre es inalcanzable, donde cada miembro debe ver al cristianismo meramente como una labor proselitista que nunca termina, que nunca satisface, porque siempre se exige más, y el miembro termina naturalizando niveles de autoexigencia cada vez mayores.


Y la comunidad termina siendo vista como lo que es: una comunidad de vigilancia y castigo, donde todo el mundo vigila y denuncia a todo el mundo, donde la solidaridad es apenas una palabra, no porque no existan en su seno buenas y honestas personas, sino porque la institución termina creando ese estado parapolicial. Los TJ se enfrentaron al nazismo, al stalinismo, a las dictaduras latinoamericanas, donde la mayoría de las religiones no se atrevieron, y no perciben que son un pequeño totalitarismo interno, con una petulancia a toda prueba. Únicos justos de este mundo, únicos monopolizadores de la salvación, presentan un absoluto desprecio a todo lo que no sea ellos mismos y aún entre ellos mismos no sobreviven a las guerras internas por puestos de autoridad, privilegios, prestigio. Es la caricatura más lograda de quien se disfraza con una supuesta felicidad y está viviendo en medio de una vida de infierno, regida por apariencias y pérdida absoluta de la libertad.


Recorrí casi todo el escalafón jerárquico: nuevo escalón, nuevas aberraciones para ver. A la distancia de mi hoy, la experiencia puede dar este saldo: siendo un intelectual, un humanista y haber estado en un cónclave anti-intelectualista y anti-humanista como el de los TJ, es como haber hecho el trabajo de campo de un antropólogo o un sociólogo, sólo que no como mero observador, sino como víctima y victimario al mismo tiempo.

¿Y cómo fue el cambio? ¿Qué cosas sentiste en aquellos momentos?

El cambio fue gradual, traumático en un primer momento, absolutamente liberador y necesario a largo plazo. Haber permanecido más tiempo me hubiera significado la asfixia, la desdicha absoluta tras la sonrisa de la seudo-felicidad, y, probablemente, la muerte en todos los sentidos. Digo gradual, porque la desilusión conoció sus etapas; como queda dicho, más arriba dentro de la institución se está y si uno no ha enloquecido ya del todo, más incongruencias se perciben. Es un ciclo de ilusión y desencanto, al que sobrevienen la angustia y el tener que recomenzar un poco desde cero. Lo primero que percibí fue la maldad intrínseca de su desprecio hacia todo lo que no fuera ellos mismos; y también, su intromisión en todo humano deseo que no cuajara con la cerrazón de sus dogmas.


Puntualmente, fui excomulgado. Eso significa perder el trato total con gente que uno ha querido por años, y que ahora no nos dirige ni un "hola". También quisieron romper lazos familiares, levantaron calumnias, historias poco menos que fantásticas. Les era inconcebible que un miembro tan activo como yo les "fallara": pasé de ser una suerte de referente a una persona execrable. Al año de mi expulsión, recibí bajo condiciones la invitación de volver. Felizmente, no acepté. Es una comunidad de puertas giratorias, muchos entran, muchos salen, todos bastante malheridos. Así que ahora se venía el proceso de excomulgarlos, por decirlo así, a ellos. Me costó tiempo y terapia, pero valió la pena. Luchar contra el rencor, contra la injusticia, hasta con la bronca de haber sido uno mismo tan estúpido. Pero se supera, felizmente.

¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre las religiones occidentales? ¿Cuál es, a tu entender, la que más compatibiliza con la literatura y la libertad de debate y revisionismo?

La contrapregunta sería: ¿existe, hoy, una/s religión/es occidental/es? Yo creo que no: estamos en una sociedad donde lo religioso, al menos lo institucionalmente religioso, ha perdido hace tiempo la batalla. Europa es, básicamente, un continente de indiferentes. Pero como los seres humanos deben hacer algo con sus necesidades irracionales y/o espirituales, buscan satisfacerlas en prácticas alternativas, sincretismos, esoterismos, etc. Algunos inclusive necesitan del férreo dogma absoluto, de la teoría y praxis que parezcan responderles todo, y allí están esperándolo, por supuesto, varias instituciones.


Ahora, querer hablar de las tradiciones clásicas religiosas de occidente, sería como hablar de toda la historia, y ni una entrevista alcanza, ni mis capacidades. En primer lugar, si por tradición religiosa hablamos de la judeocristiana, en realidad es una tradición del oriente, de esa cosa algo difusa que entendemos por oriente. Se occidentaliza una vez que entra en relación con la tradición helénica, en franca decadencia, y se apropia de muchos de sus elementos, desechando otros, quizás los más positivos. Si tenemos que hablar de la ramificación infinita que el cristianismo ha conocido, todas han dejado un intersticio para que algún pensante reformulara, reformara, debatiera, pusiera sobre el tapete temas espinosos. Y esto en todo tiempo y toda geografía, con los riegos que siempre conllevó. Hasta el catolicismo logró momentos de progresismo y aperturismo, desdichadamente breves.


Hoy por hoy, confieso que cualquier resurgimiento religioso me aterroriza bastante. Lo religioso siempre retorna cuando ciertos paradigmas seculares - léase el positivismo en el XIX, el cientificismo, la tecnocracia, el capitalismo hoy - fracasan. La religión tiene una cuña allí para entrar, para querer paliar las desilusiones sembradas. Pero la religión es, generalmente, una fuerza conservadora, retrógrada, que juega con los instintos más básicos del hombre, y le dé respuestas simplistas o sofisticadas, suelen tener siempre un cariz peligroso. Separemos religiosidad, que quizás sea innata, de religión, que siempre es dogma + institución. Se habilita un reemplazo, ¿pero hacia qué? Generalmente, hacia la intolerancia, la discriminación, la alienación; no es casual que las derechas extremas hayan estado aliadas, en los últimos tiempos, de lo religioso. Como teologías progresistas, considero que la Teología de la Liberación, las Teologías Post-colonialistas, las Teologías Queer, han tenido o tienen elementos corrosivos de los cimientos tradicionales muy valiosos. En las relaciones Iglesia - Estado, los países nórdicos europeos, de tradición protestante y racionalista, quizás se lleven los laureles en cuanto a alianzas en pro de los derechos humanos; en el otro extremo pondría al conglomerado de sectas norteamericanas que dicen hundir sus raíces en la Reforma pero que son un fenómeno muy joven (apenas dos siglos) y sin embargo radicalmente distinto del protestantismo europeo. Allí incluyo a bautistas, pentecostales, mormones, adventistas, testigos de Jehová y otras yerbas; todos ellos se detestan entre sí, tienen abismos de creencias entre sí, pero comparten algunos postulados básicos: fuerte individualismo, acento puesto en la "salvación personal" en desmedro de toda práctica social, humana y coherente, a veces simplificaciones caricaturescas, literalismos bíblicos obsoletos, negación de todo "otro" potencialmente peligroso - ayer fueron los negros, hoy lo es el Islam como demonio preferido, y después los gays, las lesbianas, los partidarios del aborto o de la eutanasia, en fin, todo aquello que implique la libertad del propio cuerpo. Porque la policialización de los cuerpos (la "carne") sigue siendo una de las más viejas y absurdas obsesiones: la negación del deseo.


Sabemos que la religión -hablo del siglo XX y del presente- ha sido cómplice de los peores momentos de esta etapa, hablemos del fascismo, de las dictaduras, del Holocausto, de las masacres de Palestina. La religión americana, supuestamente democrática, es la forma más nueva (y peligrosa) de autoritarismo. Con decir que opacan al catolicismo, ya es bastante. Personajes nefastos como un Reagan o un Bush podían sentirse cuasi-mesías, porque había toda una sociedad religiosa que se los permitía. Bombardear un país entero en nombre del "Bien" puede dejarlos impertérritos; si creen que Dios lo consiente o aún peor, lo inspira, todo está bien, mientras mi pellejo quede a salvo. Y vuelvo a mis miedos, y ahora los traslado a la Argentina: una rancia tradición católica, más la implementación de tales sectas norteamericanas, o de sus caricaturas más macabras, las brasileñas, con su paupérrima teología de la prosperidad material. Un cocktail espantoso.

¿Incursionaste en los libros de las religiones orientales? ¿Cuál fue tu impresión?

Bueno, una brusca pregunta que me traslada de un hemisferio a otro. O no tanto. No olvidar que la Biblia, pese a sus partes en griego, es un libro semítico de pe a pa. Pero dejando de lado la Biblia, sí, sí he hecho tales incursiones, con curiosidad y ante todo, con respeto, y con conciencia de mis muchos límites para la comprensión de universos muy lejanos y a veces a primera vista ininteligibles para un occidental. A eso hay que sumar que para tales incursiones, de hacerlas completas, no alcanzaría ni una vida ni dos. Los textos sagrados de la India, por ejemplo, son tan vastos que la Biblia parece un alfeñique. He leído el Corán, que pese a la absoluta otredad que hoy nos parezca el Islam, es la tradición que para bien o para mal, más se acerca a la judeocristiana. He leído algunos textos de la India, los más accesibles, y aún así, me reconozco impotente a la hora de brindar una síntesis conceptual. Y también del budismo, del taoísmo y del confucianismo. Y allí el abismo es mayor, aunque quizás menos insalvable. Porque se trata más de filosofías, carentes de dios o dioses, más que de religiones como nosotros las entendemos. Por un lado, entonces, parecerían abismos mayores; por el otro, estaríamos ante metafísicas y pragmáticas que, desechando la idea de un dios o dioses, buscan otras formas de espiritualidad, otras formas de relación con el propio cuerpo, otras formas de liberación de nuestra realidad. Y la paradoja parece residir en qué, cuánto más nos alejemos de los teísmos (monos o polis), más nos acercamos a la tolerancia y al intento de armonización entre la dimensión de lo espiritual y de lo corpóreo. El cuerpo deja de ser la platónica (y posteriormente cristiana) "cárcel del alma"; no existe el concepto de pecado en tales filosofías, aunque sí praxis para la virtud. Y de nuevo la paradoja: aunque sin caer en la idealización de tales filosofías, si algo de intolerancia poseen hoy, se lo deben a su contacto con occidente. Pongo el ejemplo del Japón y su milenaria "buena relación" con el cuerpo.


Conocieron la misoginia o la homofobia junto con (o poco después de) Hiroshima. Naturalizaron los prejuicios del enemigo.

¿Es Benedicto XVI un Papa indicado para estos tiempos?

Rotundamente: no. Más aún. La iglesia católica, tal cual la conocemos hoy, es incompatible con nuestros tiempos. Creo que tuvo una última oportunidad de hacer algo útil por la sociedad y la perdió hace cuatro o cinco décadas, sin visibles chances de balotaje. Hablo del aggiornamiento (esa era su palabra predilecta) de Juan XXIII. Una persona que no había sido un intelectual, que había sido considerado poco menos que un tonto aunque sus buenas triquiñuelas habían salvado de la muerte a miles de judíos, y que fue puesto como papa porque su vejez era garantía de que nada iba a cambiar y él intentó exactamente lo contrario. Creo no exagerar si digo que su encíclica Pacem in Terris es uno de los documentos más revolucionarios de todo el siglo XX, y más viniendo tras un señor absolutista como Pío XII.


Fue el documento en que la Iglesia aceptaba los derechos humanos, incluidos la libertad de conciencia y religión; en que aceptaba la democracia como mejor posibilidad política; en que mostraba que marxismo y cristianismo no eran necesariamente incompatibles. Y Juan XXIII mostró su apertura no solo en esos campos, sino en los del ecumenismo y aún los más espinosos, como la posibilidad de revisar la cuestión sexual, celibato incluido, y la infalibilidad papal. Temas que a su muerte, Paulo VI se reservó a sí mismo, con la más conservadora de las respuestas, la más desilusionadora para un mundo que había puesto en el Concilio Vaticano II enormes expectativas. De allí en más, un fiasco. Ratzinger ciertamente es (o fue, está un poco gagá hoy) un intelectual, pero jamás un progresista. En su intimidad sospecho que añora el oscurantismo de otrora, y a veces el tal se le escapa, como al tratar con el Islam, o al decirles a los africanos carcomidos por el hambre, la sobrepoblación o el sida, que no usen preservativos. Su homofobia es peor que la de sus antecesores. Querría cerrar todas las ventanas que Juan XXIII abrió, y parece estar lográndolo. Carente del carisma que a veces salvaba a Juan Pablo II, monta el espectáculo de una soberbia absoluta disfrazada de humildad. El único gesto que me resultó simpático fue el apoyo a las víctimas de Palestina; pero aún así, un gesto casi restringido a la pequeña comunidad cristiana que allí vive.

¿Cuáles son las figuras religiosas históricas que admirás y por qué?

Son varias, de diferentes épocas, de diferentes líneas, y mi admiración se debe a diferentes razones. Me acoto a la tradición cristiana, no por menosprecio a las restantes; sencillamente doy cuenta de mis limitaciones en el campo de estudio religioso. Es obvio que admiro al Jesús histórico; más allá de los pocos e insuficientes documentos que tenemos sobre él, a todas vistas marca una ruptura, una revolución, un movimiento tremendamente liberador, en continuidad con algunos de los grandes profetas del Antiguo Testamento, pero ante todo, en absoluta novedad en el campo de las relaciones interpersonales, las cuestiones de clase, los fundamentos del amor. Entre el Jesús histórico y todo lo que vino después, incluido el muy cercano pensamiento de San Pablo, hay un abismo que no ha hecho más que agrandarse. Todo intento de "regreso" a ese Jesús histórico parece condenado al fracaso. No creó dogmas ni instituciones; todo retorno a su pensamiento tiene algo de utópico.


Hablemos de intelectuales. Empecemos con la Patrística, allí tenemos a Orígenes de Alejandría, el primer gran teólogo, el primero en intentar una sistemática de la fe. Fue profundamente optimista; su tratado De principiis habla de una suerte de pedagogía divina, paulatina, que poco a poco irá persuadiendo con dulzura a todo lo creado. Habla de una purificación post-mortem, sí, pero sin infierno eterno. Todos se salvan, todos son convencidos, todos regresan, incluidos los demonios, al Uno original, bueno y justo, de la divinidad. Es un manual de literatura fantástica quizás, pero si su pensamiento hubiera triunfado en lugar del de San Agustín, quizás más realista pero no menos fantástico, valga la paradoja, y por cierta mucho más pesimista, tal vez la historia de occidente hubiera sido muy otra. Pasemos a la Edad Media. Acabo de leer el Diálogo entre un Filósofo, un Judío y un Cristiano, de Pedro Abelardo. Es una obra maestra de la tolerancia. Pensemos en Francesco dAssise, en San Francisco, que descubrió, vaya, que teoría y praxis no debían separarse, que ser pobre era la opción de todo cristiano si quería seguir a su Maestro. Su gran error, la ingenuidad. Su movimiento fue captado - y politizado- por la Iglesia, como uno más entre tantos. Entre los filósofos: Pascal y, sobre todo, Søren Kierkegaard; llevar el cristianismo hasta el abismo de su propia irracionalidad y, sobre todo, de su responsabilidad. Una vez más, una praxis imposible, humanamente imposible, pero se agradece la profundidad, el no facilismo. Más para estos tiempo: ya hablé de Juan XXIII. Agreguemos a Albert Schweitzer, teólogo, musicólogo, médico y misionero luterano, con su labor enorme entre los pobres entre los pobres de África. Podríamos agregar a Teresa de Calcuta, si no se hubiera manchado tanto con políticos corruptos y dictadores, si su pensamiento no hubiera sido tan conservador, si sus hospitales hubieran sido algo más que morideros de desahuciados.



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