VIERNES 19
DE ABRIL



« VOLVER  
El rincón de la SADE


El motivo de la entrega de hoy es Toda una vida, novela de Robert
Seethaler, actor, novelista y guionista de cine, teatro y televisión nacido en Viena, en 1966.

En esta novela, la historia se centra en la existencia de Andreas
Egger, en un pueblo rodeado de montañas. La narración discurre con
belleza y sencillez desde el nacimiento a la muerte, tal como anticipa el título. Andreas es abandonado por su madre a los cuatro años y criado por un tío granjero —Kranztocker—, quien lo castiga con una vara de avellano y lo somete al rigor del trabajo, tanto que se le daña una pierna, por lo que queda rengo. Con el tiempo se anima a hacer frente a su explotador y se hace de una parcela para cultivar. Conoce el amor en la persona de Marie con quien se casa, cuando ha comenzado a trabajar en la compañía Bitterman e Hijos, encargada
de instalar el teleférico. Muchos acontecimientos se suceden luego:
un alud, la ida a la guerra —más de ocho años en Rusia—, el regreso al pueblo, transformado por la invasión de visitantes y esquiadores, la reinvención de Andreas como guía de turismo… Y así continúa la vida hasta la llegada de la Dama Fría.

Acerca de esta obra dice Ian Mc Ewan: “Una bellísima contemplación de la vida solitaria en un valle remoto, en el que el mundo moderno se va infiltrando poco a poco”.

El que sigue es un fragmento:
”En casa, por las tardes, Egger se
sentaba en el borde de la cama y se observaba las manos.
Descansaban sobre su regazo, pesadas y oscuras como tierra pantanosa. La piel estaba cuarteada y arrugada como la de un animal. Tantos años en la roca y en el bosque le habían dejado cicatrices, y cada una de ellas hablaría de desdicha, esfuerzo o logros si Egger pudiera recordar su historia. Desde la noche en que cavó la nieve en busca de Marie tenía las uñas quebradizas y encarnadas en los bordes. La de uno de los pulgares estaba negra y tenía una pequeña abolladura en el medio. Egger levantó las manos para acercárselas a la cara y examinó la piel del dorso, que en algunos puntos parecía lino arrugado. Se vio los callos en las yemas y las protuberancias nudosas en las articulaciones. La suciedad se le
había metido en las grietas y los surcos, y ni el cepillo para caballos ni el jabón duro tenían nada que hacer. Egger vio que las venas se le dibujaban bajo la piel, y si levantaba las manos contra el crepúsculo de la ventana notaba un ligero temblor. Eran las manos de un
anciano. Las dejó caer”…



Enviar comentario
Todos pueden comentar esta nota! Queremos que nos dejes tu opinión. Para eso, es necesario estar registrado a eldolorense.com. ¡Registrate GRATIS! - Ingresar

Comentarios de lectores
Por el momento no se han ingresado comentarios sobre esta noticia.

 

 

El Tiempo Dolores
 







 

eldolorense.com no tiene responsabilidad alguna sobre comentarios de terceros, los mismos son de exclusiva responsabilidad del que los emite. eldolorense.com se reserva el derecho de eliminar aquellos comentarios injuriantes, discriminadores o contrarios a las leyes de la República Argentina.
Publique Aquí  |  Contacto  |  Datos Útiles

© Copyright 2008-2024 / Diario Digital / Todos Los Derechos Reservados / Desarrollo & Hosting: Web Matter Argentina