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Hagamos la autopsia de Maradona
Por Antonio Las Heras
Diego Maradona está muerto. De manera que corresponde hacer la autopsia. Obvio que no estamos refiriéndonos a ese acto que a cargo de los médicos forenses. Esa es la que revela lo ocurrido en el organismo durante los instantes finales. También señalará lo que fue conduciendo a que toda la estructura físicoquímica de ese cuerpo finalizara de la manera en que ocurrió.
Pero hay otra autopsia posible. La que nos permita responder a la pregunta ¿cómo se originó este desenlace?
La muerte no es, apenas, el momento en que el corazón deja de latir y los pulmones de respirar. Ampliamente podemos afirmar que, más bien, se trata de un proceso cuyo inicio puede situarse con meses, años y hasta décadas de anterioridad.
Entender qué lleva a alguien a la muerte – sobre todo cuando por la edad cronológica parece un deceso prematuro – requiere poner atención tanto en lo estrictamente psicológico como en lo psicosocial.
Aquel muchacho singular en las gambetas y dejar atrás adversarios mientras se adueñaba a gusto de la pelota, dejó paso a un hombre dispuesto a vivir los excesos que deseara y concretar cuántos caprichos quisiera en tanto su cuerpo se deformaba.
Durante estos días, posteriores al deceso, hemos escuchado a unos cuántos comentaristas referirse a que fue esa conducta la que lo llevó a tantos momentos desgraciados donde su vida estuvo en juego. Y consiguió salir airoso. Llegado a este punto, conviene recordar la frase de William Blake: “El sendero de los excesos conduce al palacio de la sabiduría.” No fue el caso de Maradona. Como tampoco el de Carlos Monzón.
Una autopsia como la que proponemos dirá, que en esos primeros tiempos, tuvo inicio el camino hacia la muerte de este ídolo del fútbol. Ni siquiera podremos asegurar si, en verdad, esa fue la vida que eligió… u otros eligieron por él o fue un entramado de ambas cosas. Pero aún si así fuera, ese dejar que otros tomaran las decisiones, implica una decisión personal. De una u otra forma, todo cuánto va aconteciendo a cada persona es el resultado de las decisiones que uno va tomando. Incluidas, aquellas que se dejan de tomar, lo que implica – finalmente – una manera de decidir.
Ahora, la Justicia y la Medicina Forense podrán investigar si estuvo bien atendido, correctamente medicado, si se alimentaba de manera adecuada o no y tantos otros aspectos de la realidad inmediata. Pero no hace al origen de lo que produjo este desenlace prematuro, de una u otra manera, intuido por todo quien observaba la manera en que su salud (salud es un entramado biopsicosocial y no sólo lo orgánico) se deterioraba.
“Nunca he conocido a alguien que falleciera de muerte natural”, escuchamos acertadamente afirmar a algunos avezados gerontólogos. ¿Qué es muerte natural? Siempre hay condicionamientos psíquicos y psicosociales que se manifiestan.
Para finalizar, nos viene a la mente un monólogo – de hace más de 25 años – escrito y actuado por Enrique Pinti. La escena lo muestra muy envejecido, deteriorado, solitario, en una mañana lluviosa. Desamparado. Reflexionando, se pregunta en voz alta: “¿Cómo he llegado yo a esto?” Luego de repetirse el interrogante varias veces, encuentra la respuesta adecuada: “De a poco. De a poco he llegado a esto.”
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magister en Psicoanálisis, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com
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