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Columna semanal del P Maxi Turri "Fuerza y vida"
Sangre corre por las venas. Vida que da fuerza a cada rincón del organismo y sostiene la energía necesaria para que cada musculo tenga la tensión suficiente. Proceso físico químico que permite la movilidad y la capacidad estética de realizar diseños artísticos que se llaman baile.
Todo eso sentía Elena mirando a las bailarinas que ensayaban en el local de la esquina de su casa.
Cada vez que la mandaban a hacer mandados, era una ocasión para quedarse embobada mirando semejante despliegue de polleras y de lunares.
Hija de un castellano venido a los ocho años, esa sangre mezclada de flamenco, andaluz y árabe la tenía encendida cada vez que las castañuelas sonaban a la par de esos tacos de zapatos que pegaban contra el piso.
La guitarra con sus acordes acelerados y esa fuerza que contagia la música española no tenía resistencia en su sangre.
No podía explicar ni entender por qué la dejaba obnubilada. ¿Qué tendría que la dejaba estática y paralizada al pensarse así, bailando con esa fuerza y vida?
Solo en el tiempo pudo comprender qué era eso que la hacía correr hasta el local donde ensayaban las bailarinas flamencas.
Solo pudo comprender que su personalidad es así. Que su modo de pararse ante la vida y su forma de ser la ubican con ese estilo. Ella es toda fuerza y vida.
Una y otra vez tuvo que hacer de su existencia esa música que la atrapó tantas veces de niña y que dejó de contemplar para llevarla a la vida.
Toda su historia fue pararse una y otra vez en el escenario de la existencia para sobreponerse a todos los desafíos que nos vemos sometidos los seres humanos.
Casada con el hombre de todo su corazón, y entregada a sus tres hijos y nietos una y otra vez esa fuerza y esa vida la sostuvieron. Es cierto que no se dedicó a bailar vestida con vestidos ajustados y peinados recogidos. Pero no se puede dudar que fue una bailaora en el camino de la vida.
Lanzándose a la aventura de construir juntos la historia de su propia familia. Dejando toda seguridad del hogar para realizar junto a su hombre una nueva realidad.
Solo la fuerza y la vida le permitieron surgir y resurgir cada vez que la suerte les ocultó el rostro. Fueron tantas las veces en las que se miraron a los ojos los dos y se dijeron: ¿“vamos de nuevo”? Y así fue.
Mudándose de un lado para el otro. Dejando una vez más las seguridades y arriesgándose a que todo saliera mal. Se lanzaron con fuerza y vida.
Nunca sabremos que podrían haber llegado a ser cada uno por separado. Pero sabemos que la misma música que ella no bailó sobre las tablas, si la desplegó en su propia existencia y en las personas que la llegaron a conocer.
Hoy la historia la encuentra a punto de pisar la tierra donde esa música nació.
La misma tierra de la cual aquel castellano que la formó de semejante manera y fue su padre, vino a principios del siglo pasado. A esa misma tierra ella va a viajar.
Ese viaje que nunca pensó que llegaría a existir la encuentra en este presente de su calendario. Viaje que le permitirá sentir en sus venas la fuerza y la vida que recorren esas tierras gallegas.
Hacia su patria paterna va a ir. Ocasión de encontrarse en el mismo suelo del cuál es heredera sin ser propietaria ni haberla pisado alguna vez.
Es verdad que ya no puede moverse como aquellas mujeres que la deslumbraban moviendo sus cuerpos. Es verdad que nunca llegó a ser una de ellas…
¿No pudo? ¿No quiso? ¿No se animó?
No lo sabremos. Pero es tan verdad como que aquella niña que miraba por la vidriera moverse al ritmo de semejante música es la misma mujer que ha sabido vivir así. Llena de fuerza y de vida.
Buen viaje Elena.
¡Hasta la próxima!
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